(este era el blog de berta, y acá suelo escribir lo que me viene en gana, sobre el claun. alguna vez fui ute y fui berta. algunos conocen la historia, otros no. ahora soy Una, finalmente. pero no puedo unificarme en todos los sentidos. en mí la unidad tiene que ver con permitirme la pluralidad. el amontonamiento)

viernes, 15 de julio de 2005

Y me embalé.

(Antes que nada: todo lo que escriba en estos post va a ser escaso, inexacto, incompleto y relativo. Empiezo sólo porque sé que eso es así y que, como éste es mi blog, podré corregir, anexar, completar y desdecirme todo lo que se me dé la gana)

Personaje.
Sí, el claun, al menos para mí, es un personaje. ¡A ver si vamos a estar por ahí haciendo el ridículo, exponiendo nuestras miserias, siendo el hazmereír de los demás, así nomás, como vamos al supermercado a comprar 100 de jamón y 100 de queso! ¡No, señor, de ninguna manera!
Que el payaso sea un personaje demasiado cercano a la persona que lo encarna no quiere decir que deje de ser un personaje. Que la famosa cuarta pared no exista en el claun, y que el claun sepa que está actuando para su público y que blanquee muchas veces su ficción, no quiere decir que esa ficción no exista. En tanto se presenta ante un público a hacer sus cosas, el payaso está actuando. En el teatro o en la calle o en el circo. Hay una escena. Y quien está ahí no es una persona común y corriente: es un payaso. Es un ser de otro planeta, podría decirse.
Si no fuera por la máscara sería casi imposible ser tan permeables (de afuera para adentro y de adentro para afuera) La máscara (sea una nariz o un bigote o unos zapatos o un vestuario deteminado) nos protege y nos deja sacar a pasear tantas cosas que en el cotidiano, en la vida de civil, nos guardamos bien guardadas.
El tema es que, estamos de acuerdo, el claun no es cualquier personaje. Es uno en particular. Unico, irremplazable, individual. Angela de Castro (una payasa brasileña que vive en Londres) dice que no se trata de ser un tonto, sino de ser UN tonto en particular. Uno cuyas características no pueden decidirse plenamente, además. No es un personaje que otro escribe para mí. Ni siquiera es un personaje que yo escribo para mí. Es un personaje que se va construyendo de mí misma. Que me tiene por materia prima. Y que, y aquí viene lo mejor: no siempre controlo.
Hasta que dejé de pelearme con mi(s) payasa(s) porque no era(n) como yo quería que fuese(n), ella(s) no me la hizo(cieron) nada fácil. (Para otro post quedará el tema de mis dos payasas que, en el fondo, son lo mismo)
Yo las quería dóciles y ellas eran autoritarias. Yo las quería tontas y ellas "inteligentes". Yo las quería pequeñitas y ellas se transformaban en camiones.
Hasta que un día dije -Má, sí, resolvé vos, si tanto sabés- Y supieron. Y todavía hoy me pasa, por suerte, que me siguen sorprendiendo.
Sí, ya sé, soy yo. Mis payasas soy yo misma. No estoy taaan loca. Pero mis payasas soy yo de una manera muy, MUY, particular. Con una cantidad de permisos incalculablemente mayor a la normal. Mis payasas soy yo en desborde constante. Mis payasas soy yo hecha un huracán. Mis payasas soy yo mucho más sabia y más felíz.
Y me sacan las papas del fuego, eh, esas dos.

Me colgué.

Sí, perdón. Tengo un otro blog al que empecé a darle más pelota. Porque allá escribo sobre lo que me viene en gana. En fin, el que mucho abarca poco aprieta, dicen... Pero acá voy. Intentando.
En concreto: no sé por dónde empezar.
Y como ahora vengo de dar una clase y me veo como impulsada a escribir, agarro lo que tengo a mano.
Me encanta dar clases de claun. Porque amo a los payasos. Amo el universo claunesco, la ilógica, la ingenuidad, la humanidad descarnada, el desborde de los claunes. Pero lo que más me gusta, lo que más disfruto, los momentos que más voy a guardar, son los momentos en los que veo "nacer" un claun. Los momentos en los que cruzan el borde y se hacen presentes.
Y sí, ya sé, los claunes se van haciendo, con paciencia. Pero, a veces, hay UN momento, uno en particular, uno mágico, en el que el payaso hace su primera aparición, desprovisto de toda barrera, empujando por entre todos los prejuicios y los preconceptos y las luchas internas del actor que los encarna.
Hay, a veces, ese momento en que la nariz hace su trabajo y permite la honestidad más absoluta. La exposición total. Y ahí, en esos momentos, estos tipos que son nuestros payasos aparecen con toda su fuerza. Y nos dejan tambaleando, chochos de la vida/muertos de pánico/completamente desencajados.
Los días en que algún alumno abre enormes los ojos y comprende con todo el cuerpo, y no sólo con la cabeza, qué es eso de comunicarse con el público, de exponer tremendamente su fragilidad, de deshacerse de todos los recursos que lo amparan, esos días, yo sé que esto que hago es lo que adoro hacer.
Después viene la técnica, el trabajo duro, la búsqueda más fina.
Pero ese momento es un regalo.

viernes, 1 de julio de 2005

Yo me mando...

El claun es una maza.
(Empecemos por la síntesis, después vendrán los 101 posts)